Por Olinda Salguero[1]
Directora Ejecutiva de Fundación Esquipulas para la Paz, Democracia, Desarrollo e Integración.
En 2016 conmemoramos 30 años de los Acuerdos de Paz en Centroamérica, Esquipulas I; 20 años de la Firma de la Paz en Guatemala y Colombia pone fin al conflicto de más larga data en la región. Latinoamérica será la única región del planeta libre de conflictos.
Hagamos un corto viaje en el tiempo. A finales de la década de los 80´s Centroamérica se encontraba en el contexto de la Guerra Fría, en la disputa por la hegemonía global entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la cual se tradujo para la región en conflictos de “baja intensidad” que desangraban principalmente a Guatemala, El Salvador y Nicaragua, amenazando con desestabilizar a todo el istmo, atrasando considerablemente nuestro desarrollo.
Inspirados en los esfuerzos del Grupo de Contadora liderado por México, Colombia, Venezuela y Panamá; los Acuerdos de Esquipulas I (1986) y II (1987), que iniciaron por iniciativa y liderazgo del entonces Presidente de Guatemala, Vinicio Cerezo, se constituyeron en hitos históricos que cambiaron para siempre la dinámica y el rostro de la región.
Los Esquipulas pusieron en marcha un proceso de pacificación regional, con los centroamericanos como únicos protagonistas y responsables directos de su éxito o de su fracaso. Además, contribuyeron a institucionalizar la democracia y representaron también el impulso político reciente de la integración regional.
Los países centroamericanos se enfrentan a la necesidad de definir un nuevo discurso para su desarrollo. Tras las revoluciones sin cambios revolucionarios, como ha señalado recientemente Edelberto Torres-Rivas, se instalaron democracias formales y 30 años después de Esquipulas, Centroamérica vive con resignación las frustradas expectativas de democratización profunda y de cambios estructurales de sus inequidades.
Como la mayoría de la población en la región y, principalmente, en Guatemala, tengo el privilegio de pertenecer a una generación que no vivió el horror de la guerra. Resignificar la paz y la democracia es entonces un imperativo intergeneracional impostergable para enfrentar la desigualdad y los problemas estructurales que nos impiden vivir en una democracia plena, abrazar la cultura de paz y no violencia y, tener un desarrollo equitativo en el que quepa la mayoría.
La resignificación pasa necesariamente por el rescate de la política, el surgimiento de nuevos liderazgos, de una mayor participación ciudadana, de economías a escala, de élites comprometidas con el bien común, en definitiva de construir puentes en donde otros solo ven muros.
Centroamérica necesita un nuevo discurso común que sirva de motor para su desarrollo, que articule propuestas e instrumentos para enfrentarse a los desafíos que se le presentan en términos de inclusión social, desarrollo de mercados internos y de las estrategias de inserción en la economía mundial, de reducción de los riesgos asociados a los desastres naturales, a los efectos del cambio climático o de fortalecimiento del estado de derecho, sin mencionar nuestra respuesta a una revolución más profunda que tiene lugar día con día frente a nuestros ojos, la tecnológica y del conocimiento que está cambiando el mundo.
El tiempo es ahora, porque mañana siempre es tarde.
[1] Milenial. Directora Ejecutiva de Fundación Esquipulas para la Paz, Democracia, Desarrollo e Integración. Máster en Integración Regional y Desarrollo, Becaria de la Universidad de Georgetown.
Resignificar la Paz y la DemocraciaPor Olinda Salguero[1]Directora Ejecutiva de Fundación Esquipulas para la Paz, Democracia, Desarrollo e Int…
Origen: Amcham